Entre el retorno al hogar y la conquista de derechos

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Enfermera con mascarilla para protegerse de la “gripe” (pandemia). 13 de septiembre de 1918.
© NARA (MD. 165-WW-269B-5)

La mal llamada “epidemia española” se originó en Estados Unidos y fue traída a Europa por los soldados en la primavera de 1918. Se estima que murieron más de 50 millones de personas

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Campaña del Ministerio de Trabajo. Gran Bretaña, 1919. Litografía.  © IWM (PST 5475) 

En 1919 una Europa devastada por la guerra se enfrentaba a enormes secuelas demográficas, económicas y geopolíticas. A los millones de soldados y de población civil muertos durante la contienda, había que añadir los soldados heridos y mutilados y los civiles que fallecían como consecuencia de epidemias y hambrunas. Las más terribles, sin lugar a duda, la pandemia de gripe de 1918 y la hambruna rusa de 1921-1922.

A esto hay que sumar los enormes desplazamientos de población de sus lugares de origen como consecuencia del derrumbamiento de cuatro imperios (ruso, austrohúngaro, alemán y turco) y las repatriaciones de prisioneros de guerra tanto militares como civiles.

Estas situaciones nuevas obligaron a las organizaciones de ayuda humanitaria como el Comité Internacional de la Cruz Roja a establecer una verdadera colaboración interinstitucional y transnacional con diferentes organismos de ayuda, a la vez que se propiciaba la creación de otros que respondieran a las graves emergencias en las que se encontraban las poblaciones en esos primeros años de la posguerra. En este marco se sitúa el origen de Save the Children Fund, y del Servicio Civil Internacional (SCI).

Save the Children Fund se creó en mayo de 1919 por iniciativa de Eglantyne y Dorothy Jebb con el objetivo de ayudar a los niños alemanes y austrohúngaros, lo que hizo que fuera censurada por la prensa británica al no establecer distinción entre los niños de los vencedores y los del “enemigo”.  En cuanto al SCI surgió en 1920, en Suiza, por iniciativa de un grupo de pacifistas agrupados en torno al ingeniero suizo Pierre Cérésole.

La Gran Guerra había provocado la movilización en masa de las mujeres fuera del ámbito doméstico, pero nada más terminar la contienda gobiernos y partidos políticos presionaron o directamente las obligaron a retornar al hogar, dejando así sus puestos de trabajo que debían ocuparse de nuevo por hombres. A pesar de esto, la guerra había ensanchado sus horizontes y producido profundos cambios que se empezaron a apreciar de manera paulatina en los años siguientes.

Como una forma de reconocimiento al papel que las mujeres habían desarrollado durante la guerra, entre 1918 y 1921 una parte de los países beligerantes le reconocieron el derecho al voto, con diversas restricciones según los casos. En otros países hubo que esperar al final de la Segunda Guerra Mundial, como fue el caso de Francia que lo aprobó en 1944.

Ese derecho al voto por el que tanto habían luchado las sufragistas desde mediados del siglo XIX constituyó una conquista importante, pero lo verdaderamente revolucionario fueron los cambios que se empezaron a hacer visibles en los comportamientos, la manera de vestir, las relaciones sexuales o las costumbres de las mujeres y su lenta, pero continuada presencia, en lugares públicos y de trabajo.

En este sentido, la Guerra de 1914 abrió por primera vez en la Historia el camino hacia una “sociedad mixta” en la que circulaban y se relacionaban libremente hombres y mujeres. Fue un avance lento, pero imparable.

Retorno al hogar y conquista de derechos